El romero (Rosmarinus officinalis) es mucho más que una hierba aromática. Su historia se remonta a la cuenca del Mediterráneo, donde crecía silvestre desde tiempos antiguos. En Grecia y Roma era símbolo de memoria y fidelidad; se lo usaba en bodas, funerales y rituales religiosos. Los egipcios lo empleaban en ofrendas y en el proceso de momificación. Durante la Edad Media, los europeos lo consideraban una planta protectora, tanto contra enfermedades como contra malos espíritus.
Con la expansión de los imperios ibéricos, el romero cruzó el Atlántico en el siglo XVI. Españoles y portugueses trajeron consigo semillas y esquejes de hierbas indispensables para la vida cotidiana. Entre ellas, el romero se adaptó con facilidad a los suelos y climas de América, encontrando un lugar en huertas y jardines familiares. Hoy forma parte de la medicina popular y también de prácticas rituales de limpieza energética en varios países de la región.
Propiedades del romero
El romero ha sido estudiado tanto por la medicina tradicional como por la ciencia moderna. Entre sus principales beneficios se destacan:
Digestivo: estimula los jugos gástricos y alivia gases e indigestión.
Antiinflamatorio y analgésico: sus aceites esenciales ayudan a reducir dolores musculares y articulares.
Estimulante cognitivo: el aroma del romero mejora la memoria, la concentración y la atención.
Antioxidante: protege a las células frente al envejecimiento y fortalece el sistema inmunológico.
Circulatorio: favorece la irrigación sanguínea, combatiendo el cansancio físico y mental.
Puede consumirse en infusión, como condimento en la cocina, en aceites esenciales para masajes o en tónicos capilares. Eso sí, se recomienda un uso moderado, especialmente en embarazadas o personas con hipertensión.
Plantas Nativas con propiedades similares
Aunque el romero vino de Europa, en Sudamérica ya existía una enorme riqueza de hierbas nativas con beneficios parecidos. Estas son algunas de ellas:
Muña (Minthostachys mollis) – Andes de Perú, Bolivia y norte de Argentina.
Conocida como “la menta andina”, es digestiva, alivia gases, cólicos y problemas respiratorios. También se emplea para dolores musculares.
Cedrón / Hierba Luisa (Aloysia citrodora) – Andes del noroeste argentino, Bolivia y Perú.
De aroma fresco y cítrico, es digestivo, antioxidante y relajante. Muy popular en infusiones después de las comidas.
Carqueja (Baccharis trimera) – Brasil, Uruguay y Argentina.
Planta silvestre que mejora la digestión, depura el hígado y estimula la circulación. Forma parte de la medicina tradicional guaraní.
Paico (Dysphania ambrosioides) – México y Andes.
Se usa para problemas digestivos y como antiparasitario. Su aroma intenso recuerda al anís mezclado con menta.
Matico (Piper aduncum) – Región amazónica.
Valorada por sus propiedades antiinflamatorias, digestivas y cicatrizantes. En Perú y Chile se la llama “hierba sanadora”.
Marcela (Achyrocline satureioides) – Uruguay, sur de Brasil y nordeste argentino.
Usada en infusiones digestivas y calmantes, muy ligada a la tradición popular de Semana Santa.
Yerba Mate (Ilex paraguariensis) – Región de la selva paranaense (Argentina, Paraguay, Brasil).
Estimulante, antioxidante y digestiva. Más que una planta medicinal, es un símbolo cultural de Sudamérica.
Así como el romero fue adoptado en nuestras tierras, las hierbas nativas sudamericanas forman parte de un acervo milenario de saberes populares que combinan salud, cultura y tradición. Hoy conviven, compartiendo mesa y botiquín natural, como prueba de que la diversidad vegetal del continente sigue siendo una fuente inagotable de bienestar.